Homilía del domingo de Pentecostés

Chemeré-le-Roi (grabado para la peregrinación virtual NDC)

Los ángeles y las Bienaventuranzas

    Queridos amigos,
    Nuestra peregrinación está este año dedicada a los Santos Ángeles. En este domingo de Pentecostés, meditaremos sobre cómo los santos ángeles nos disponen a recibir con docilidad el empuje del Espíritu Santo que nos hace vivir las bienaventuranzas.
Según una tradición muy antigua, que se remonta a Dionisio el Areopagita, interpretando la lista de coros angelicales dada por San Pablo, los ángeles buenos, esos espíritus puros creados por Dios antes del mundo corpóreo, se distribuyen en nueve coros. Estos coros se agrupan, de tres en tres, en tres jerarquías.  A cada una de las jerarquías se le asigna una función específica en el gobierno del mundo y de los hombres. La primera jerarquía purifica a los hombres, la segunda los ilumina y la tercera los une a Dios.
Cada una de estas tres jerarquías se puede vincular a cada uno de los tres grupos de bienaventuranzas. Los ángeles purificadores de la primera jerarquía nos ayudan a vivir las tres primeras bienaventuranzas, las de la huida del pecado: bienaventurados los pobres, los mansos y los afligidos. Los ángeles iluminadores de la segunda jerarquía nos guían en la puesta en práctica de las bienaventuranzas de acción: bienaventurados los hambrientos de justicia y los misericordiosos. Los ángeles de la unión con Dios de la tercera jerarquía nos sostienen en la práctica de la contemplación: bienaventurados los corazones puros y los pacíficos.

I.    Los ángeles nos purifican anunciándonos el gozo del espíritu
La primera experiencia del hombre con relación a la felicidad es que la desea, pero no la logra. Su corazón nunca está satisfecho con los bienes de este mundo. El mundo es demasiado pequeño para calmar su sed de bienaventuranza. El alma humana es una llama frágil, debatiéndose entre dos abismos infinitos: el misterio de Dios y el enigma de su propio espíritu. Dios, "El que es" (Ex 3,14), habita en la cima de la montaña santa, la Zarza que arde sin consumirse. El hombre escruta el profundo abismo de su alma unida al mundo corporal, su alma gimiente de deseos infinitos...… ¡y nunca encuentra el fondo!
Los ángeles nos manifiestan la existencia del mundo espiritual en su estado puro. Nos recuerdan que somos espíritus como ellos, pero espíritus encarnados, que el pecado ha herido y que el demonio envidia. Los ángeles buenos, por otro lado, son espejos sin mancha del Gozo de Dios. Su luz viene a perforar nuestra oscuridad… ¡hacia lo alto! Nos purifican y nos desapegan del reino ilusorio de nuestro Yo insaciable, y lo hacen anunciándonos el gozo fundamental: ¡El Salvador quiere inscribir nuestros nombres en el Cielo, quiere escribir nuestro Nombre de eternidad (cf. Ap. 2, 17) en el Hogar incandescente de Dios!
Sí, los ángeles nos purifican, borrando de nuestras frentes los estigmas de los pecados capitales, como Dante vio en los Cantos del Purgatorio. En cada grada del ascenso purificador, un ángel borra una de las siete "P" que el poeta lleva en su frente y que representan las manchas de su alma, ¡mientras canta la bienaventuranza opuesta al vicio purificado!  
La luz angelical es la de los espíritus finitos que se filtra en nuestra alma herida. Nos hace pensar, nos inclina al bien, y nos atrae al gozo infinito de la Luz eterna. "Regocijaos, podéis dejar la mortífera y fastidiosa trilogía de dinero, violencia y sexo. ¡Regocijaos, pobres, mansos y afligidos! Bajo la guía de Cristo, verdadera Luz que viene a este mundo (cf. Jn 1, 9) salís del Reino de las tinieblas, tenéis ya en vosotros el Reino Invisible, más real aún que la materia."  
¡Atención! Los ángeles son nuestros amigos, nuestros ayudantes, nuestros "diáconos" . Pero lo son para llevarnos a Cristo, que es su Rey y nuestro único Salvador. Los ángeles purificadores vuelan siempre en torno al misterio de Cristo: en la Anunciación hecha a María y en aquella que se hace a San José o a los pastores cerca del Pesebre de Belén y en el anuncio salvífico de la huida a Egipto.

II.    Los ángeles iluminan los pasos de nuestra marcha hacia este gozo
No contentos con ayudarnos a vivir las bienaventuranzas de la huida del pecado, al revelarnos el gozo por el que estamos hechos como ellos, los ángeles nos acompañan en nuestro camino hacia este gozo, ayudándonos a practicar las bienaventuranzas de acción. ¡Bienaventurados los hambrientos de justicia, bienaventurados los misericordiosos! ¿Qué hacen los ángeles?  En la Primera Alianza, Jacob vio en un sueño una misteriosa escalera: "he aquí una escalera que se
apoyaba en la tierra, y cuya cima tocaba en el cielo; los ángeles de
Dios subían y bajaban por ella. Y sobre ella estaba Yahvé" (Gn 28,12). Jesús nos reveló que era Él mismo la escalera que conduce a la dicha del cielo: "En
verdad, en verdad os digo: Veréis el cielo abierto y a los ángeles de
Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre" (Jn 1, 51).
¿Dónde está este Hijo del Hombre para nosotros en esta tierra? Jesús nos lo ha enseñado: son nuestros hermanos. "en cuanto lo hicisteis a uno solo, el más pequeño de estos mis hermanos, a Mí lo hicisteis...…" (Mt 25, 40. ¡Qué perspectiva tan prodigiosa cada vez que hacemos una buena obra a nuestro prójimo, especialmente por justicia y misericordia, es al Hijo del Hombre, nuestro Salvador al que se lo hacemos!  Por el ir y venir de la justicia y la misericordia, estamos en medio de la acción sobrenatural de la gracia, subimos y bajamos "sobre el Hijo del hombre."

Los ángeles iluminadores de la segunda jerarquía nos hacen bailar este ballet de la vida cristiana, al paso del amor, avanzando hacia el Gozo de Dios, que se apoya en lo alto de la escalera. Arrojan sobre nuestro prójimo la luz del rostro de Cristo, para que le reconozcamos. Si "conocemos" a los otros, si les vemos y les servimos como imágenes de Cristo, ¡nosotros seremos "conocidos" por Cristo! Para ayudarnos a ejercer la fuerza de la justicia, los ángeles nos sirven como sirvieron a Jesús después de la tentación en el desierto. Para ayudarnos a llegar hasta el fin en la misericordia, nos consuelan, como consolaron a Jesús en el jardín de la agonía.

III.    Los ángeles nos unen con Dios haciéndonos cantar este gozo.
¿Qué es el Cielo? Es ver a Dios y ser "uno" con Él en Cristo que ha abierto las puertas de la alabanza. Es gozarse de que Dios sea feliz y de estar con Su Hijo delante de Él, cantando su gloria y misericordia. En la adoración aquí en la tierra, anticipamos el Cielo. Es al adorar cuando estamos en el punto más álgido, dice Santo Tomás, en la imagen luminosa de Dios  .
Los ángeles de la unión con Dios, los de la más alta jerarquía, nos lo recuerdan.  Cantan para nosotros la dicha de la contemplación: "Regocijaos, vosotros los corazones puros, y vosotros que extendéis la paz...… No sólo veréis a Dios y seréis llamados sus hijos en la gloria, sino que ya veis a Dios y sois verdaderamente sus hijos en la alabanza de la gracia." Son los ángeles los que nos invitan a cantar y respondemos a su invitación (cf. Ap 5, 11-13). "El ser del hombre, trascendido por un orden de naturaleza superior, el de los ángeles, despierta a su propia alabanza sólo a través de la alabanza del mundo de los espíritus."   .
Los ángeles se asocian con nosotros en el canto del Sanctus, o Trisagio: "Santo, santo, santo el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era, y que es, y que viene " (Ap 4, 8) y nos enseñan a cantar ante el trono de Dios el Cántico Nuevo (cf. Ap 14, 3). Es especialmente en la liturgia de la Misa donde somos llevados por el canto de los ángeles. "Nosotros, que representamos místicamente a los querubínes y que, en honor a la Trinidad vivificante, cantamos el himno tres veces santo, dejamos toda solicitud de este mundo para recibir con dignidad al Rey del universo que viene invisiblemente escoltado por los ejércitos angélicos."   .
El papel de los ángeles es importante en la contemplación del misterio trinitario, en la oración que nos une a Cristo por el misterio redentor, y también en la espera y la esperanza consoladora de los cielos nuevos y la tierra nueva. Los ángeles estuvieron presentes en la resurrección de Cristo, lo rodearon durante su Ascensión, estarán presentes en la Parusía alrededor del Cristo victorioso para inaugurar el Reino.

Conclusión
En un famoso cuadro, Fra Angélico representó un elegante "corro de los elegidos". Lo que llama la atención es que los ángeles y los hombres alternen fraternamente. El corro se dirige hacia una misteriosa puerta de luz, que simboliza el Paraíso. Los espíritus puros nos guían, a nosotros los espíritus unidos al mundo material. Por supuesto, son de una naturaleza más alta que la nuestra, pero es en nuestra naturaleza en la que el Verbo se encarnó.
Bajo la mirada de su Madre, la Inmaculada, es para Él para quien los ángeles nos purifican, es a Él a quien nos guían, es a Él a quien nos unen. Los Incorpóreos consideran un honor servirnos como hermanos de su Rey. Es suficiente para llenarnos de gratitud y amor hacia estos seres de luz... y hacia Dios que nos los ha dado como ministros de nuestra salvación.

FRAY LOUIS-MARIE DE BLIGNIERES
PRIOR DE LA FRATERNIDAD DE SAN VICENTE FERRER